miércoles, 30 de julio de 2014

Sub-space

Mucho se habla de ello, pero aquí expongo mi experiencia.
Cada sumisa (o sumiso) lo puede manifestar de diferente modo. Tiene que ver mucho con lo que esta persona lleve en su interior. En cierto modo me lo imaginaba como algo mísitico, como una especie de trance donde las flautas y los tambores sonaban cual ceremonia étnica. Pero la realidad ha sido muy distinta.
Mi sub-space se manifiesta con una resistencia a perder el control y de huida hacia adelante. Me imagino que estoy viviendo en un lugar paradisíaco y con una persona perfecta. Idealizo cada minuto de lo que mis ojos pueden ver, pero en mi interior siento una zozobra de magnitudes importantes.
Siento que necesito de cuidados y cariño extra, y si no me lo dan lo doy yo para así sentir la reciprocidad.
Hasta que despierto y me doy cuenta de mi exceso de "vainillismo" (que rechazo de manera sistemática), y empiezo a entrar en un bucle complejo. Es ahí donde creo que una sumisa necesita más de la figura del Dominante o Amo. Y el porqué es muy sencillo: la sumisa necesita de nuevo la referencia para ir volviendo poco a poco a la realidad.
En mi caso, necesito la firmeza de mi sádico que éste frene mi exceso de mimos. Necesito que de un modo paulatino, me vayan cogiendo de nuevo por los pies y me hagan aterrizar.
Es más, el Amo no debe involucrarse en el estadio de la sumisa, so pena de caer en una espiral que puede llevar a ambos a perder el norte de la relación.

Cuando demando, no es por capricho. Cuando demando es por necesidad.

Esto que cuento lo experimenté hace un mes, pero al no reconocerlo enseguida y no manifestárselo a mi Dominante, me costó Dios y ayuda recuperarme de ello. Hoy, recién llegada y en tan solo 24 horas después de aterrizar de mi visita, y tras una charla interesante con quién debía, finalmente me he percatado de ello: tengo una fuerte tendencia a sufrir los efectos del sub-space y si no lo acepto al momento por el terror a perder el control, a posteriori, en la soledad de mi vida, pago caras las consecuencias.

La próxima vez me dejaré llevar, no hablaré durante horas si es lo que necesito y él sabrá finalmente el porqué.

No escondais lo que sois, ni lo que vivís. El momento es el momento y lo que se vive en ese instante no se puede postergar, porque las consecuencias pueden ser peores.

Siempre aprendiendo, siempre evolucionando...


viernes, 4 de julio de 2014

Mercados

Desde hace unos meses que vivo mi sumisión de un modo distinto al que he llevado hasta ahora. En el camino vas avanzando, y te das cuenta de que esto no deja de ser un camino como las tarjetas de crédito, o sea "personal e intranferible".
Personalmente es el aspecto psicológico de mi sumisión el que más me interesa... Como evoluciono como ser humano, y mi blog es prueba de ello. O al menos, es lo que intento.
Porque la sumisión si se vive únicamente desde la emoción (obviando la parte práctica que se puede sacar de todo ello, es decir, el aprendizaje), es entrar en un camino de compleja salida, pues te pierdes, complicando excesivamente salir victorioso de ella.

Los detalles y emociones desbordantes, los dejo en los momentos que vivo, con quién los vivo, o en mis poesías.

A los largo de estos meses he visto cosas que me han hecho llegar a una conclusión: El camino más íntimo es el que se vive dentro, y el collar de sumisión que más luce, es el que se siente.
No hace falta más. El resto parece un culebrón al más puro estilo venezolano.
Yo misma caí en el error de vapulear a los cuatro vientos lo mal que estaba porque había tenido una mala experiencia, y el resultado final fue encontrarme con individuos que cual vampiros, se quisieron aprovechar de mi momento de debilidad para manipularme a su antojo.
El sentir no está a la venta, y no somos mercancías...

Señores, esto no es un mercado...

Debemos ir con mucho cuidado con lo que decimos, pero sobretodo, cómo lo decimos, pues el mensaje es tan importante como el tono. Y eso abarca todos los sentidos.
Debemos pensar muy, muy bien lo que vamos a decir, y cómo lo vamos a decir.

La vehemencia puede ayudar en los momentos de "defensa personal", para enseñar los dientes si hace falta, pero para el resto, paciencia...

Y si no, mejor disfrutar del silencio