lunes, 24 de febrero de 2014

Mi gran debilidad: Mis adorados vampiros

De vez en cuando, nos miramos atrás, y observamos como a lo largo de nuestro camino ya ha habido señales de hacia donde nos llevaba el sentir.
Hay quién analiza sus relaciones pasadas, hay quién lee BDSM a una edad más temprana, pero hay que somos un poco más lentos.
Pues bien, es mi caso, y ayer me hizo gracia darme cuenta al ver una de mis series preferidas, por las situaciones cómicas que plasman: True Blood.

Soy admiradora al vampirismo desde que ví por primera vez "Drácula, de Bram Stoker", dirijida por Francis Ford Coppola, a lo que luego cayó el libro. Vibraba con la elegancia, el saber estar y el amor profundo que sentía por su amada aquél despiadado Vlad Drakul. Me inspiraba tanta ternura. Evidentemente me "saltaba" la parte macabra de la succión de sangre, a pesar que algo me decía el tema. Algo quedaba dentro.
Pero la culminación fue cuando casi enloquecí con la crónicas vampíricas de Anne Rice que se iniciaban con "Entrevista con el vampiro". Lestat era el perfecto gentleman, sibarita, analítico, controlando a cada minuto sus pulsiones y la de sus compañeros, sus emociones, y a penas dejaba salir la extrema sensibilidad que solo los que hemos leído la saga, conocemos. El juego de la seducción con la que sería su próxima víctima, el control y el análisis de la situación hasta que cayera en sus brazos mortales. Ahí fue cuando encontré sentido a la succión de sangre. 
Ella les alimentaba de vida, de calor, de aquello que sintieron en su día, pero que al paso de los años, incluso siglos, les había hecho olvidar. Les hacía sentir vivos, y en ocasiones, hasta sentían amor y agradecimiento hacia sus víctimas, llegando hasta a dudar de si acababan con su sufrimiento o las convertían en "demonios" como ellos. 
Yo deseaba ser su víctima. Sentirme poseída por ellos, sentirme indefensa y a la vez que fascinada, ante tanta determinación y contundencia en sus actos, deseaba fervientemente entregarme. 
Leyendo a Anne Rice, le encontré sentido a todo lo que me rondaba por la cabeza, y a la mayoría de las cosas que sentía. Pero al ser irreal, se esfumó, devolviéndome a un estadio de letargo del que desperté 18 años después al topar con el BDSM. El resto de la historia, ya la conoceis...





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